Somos sacerdotes de Cristo. Cada uno de nosotros tiene la
responsabilidad de tener el fuego encendido, mantener el fuego del altar
en nuestra vida devocional a través de la oración constante. Así el
fuego del Espíritu no se apagará jamás.
"
Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el
sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre
él, y quemará sobre él la grasa de los sacrificios de paz . El fuego
sobre el altar no deberá apagarse nunca; siempre deberá estar encendido "
( Levítico 6,12- 13).TE QUIERO
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sábado, 12 de mayo de 2012
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