En aquellos días, Elías continuó por el desierto una
jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y deseó la muerte:
«¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!» Se hechó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel
lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come!» Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre
piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del
Señor le volvió a tocar y le dijo: «¡Levántate, come!, que el camino es
superior a tus fuerzas.» Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de
aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte
de Dios.