El lugar que ocupa el corazón en el proceso de transformación de un hijo
de Dios. Con frecuencia concebimos el pensamiento, los sentimientos y la
voluntad, como funciones separadas.
El corazón, según
es: primeramente, el lugar donde piensa el ser humano; segundo, donde
toma decisiones, y tercero, donde siente. Hay ochocientos veintidós usos
de la palabra corazón para hablar de algún aspecto de la personalidad
humana. De acuerdo con su clasificación, doscientos cuatro de ellos se
refieren a alguna actividad intelectual, ciento noventa y cinco al
aspecto de tomar decisiones, y ciento sesenta y seis a algún estado
emotivo.
Una buena ilustración de este tipo de uso de la palabra
corazón es la que vemos cuando Moisés les dijo a los israelitas: “Pero
hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver,
ni oídos para oír” (Deuteronomio 29:4). Así como los ojos son para ver y
los oídos para oír, también el corazón es para entender. Cuando Job les
quiso decir a sus “amigos” que él no era inferior a ellos en
entendimiento, les dijo literalmente: “Yo tengo un corazón, como lo
tienen ustedes”. La versión Reina Valera traduce así este texto:
“También tengo yo entendimiento como vosotros” (Job 12:3). En
El corazón, además
de ser el lugar donde pensamos, también es el lugar donde reside
nuestra voluntad, donde decidimos. Es en el corazón donde deseamos y
escogemos. David se regocijaba en Dios, porque decía que le había dado
los deseos de su corazón (Salmo 21:1-2). Cuando Dios probó a su pueblo
en el desierto, Moisés le dijo al pueblo que era “para saber lo que
había en su corazón, si había de guardar o no sus mandamientos”
(Deuteronomio 8:2). Dios miró en sus corazones para ver si iban a
decidirse a obedecer, o no. Esto se debe a que el corazón es el lugar de
todos los propósitos y los planes, todas las motivaciones e
intenciones, y todas las resoluciones.
Después
de la presencia de Dios en nuestra vida, la capacidad para escoger es
el mayor poder que poseemos. Podemos decidirnos a creer o no creer.
Podemos escoger entre caminar en el Espíritu o caminar según la carne.
Por eso podemos decir hermanos que el triunfo en la vida cristiana se
halla en el ejercicio de la voluntad.
El
corazón es también el lugar donde experimentamos las emociones. El amor
y el odio, el gozo y el dolor, el valor y el temor, y todas las demás
emociones son consideradas como algo que pertenece al corazón. Por
ejemplo, debemos amar a Dios con todo el corazón (Deuteronomio 6:5);
gritar llenos de gozo ante Él con un corazón alegre (Isaías
65:14), y hacer que nuestra fe en Cristo impida que nuestro corazón se angustie (Juan 14:1).
Las
emociones no son simples experiencias de la persona interior. Se las
siente físicamente, sobre todo en el corazón. El Antiguo Testamento
expresa con gran fuerza las emociones como movimientos del corazón. Si
una persona pierde el valor, es que su corazón tiembla como las hojas
con el viento (Isaías 7:2); es débil, se derrite como la cera (Salmo
22:14); se vuelve agua (Josué 7:5). Se describe el temor diciendo que el
corazón de la persona se hunde (Génesis 42:28), falla (Salmo 40:12), se
pierde (1 Samuel 17:32). Por contraste, el valor es el fortalecimiento
del corazón (Salmos 27:14).
La relación entre las emociones y el
cuerpo físico es la razón por la cual Las Escrituras enseñan que aun la
salud física se ve afectada por nuestros estados emocionales. Por
ejemplo, en Proverbios 14:30 leemos: “El corazón apacible es vida de la
carne; mas la envidia es carcoma de los huesos”.
Y Nehemías afirma
que las emociones positivas son verdaderamente curativas para el cuerpo,
cuando dice: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10).
Por
consiguiente, el corazón es el lugar donde se conoce, se decide y se
siente; es el centro de nuestra personalidad. Es el lugar donde Dios se
dirige a nosotros, y desde el cual respondemos como persona completa.
Por eso su función de conocer es la que se halla en primer lugar, porque
la función máxima del corazón consiste en buscar la sabiduría y el
conocimiento a base de prestarle atención aLa Palabra de Dios.
Elemociones no son simples experiencias de la persona interior. Se las
siente físicamente, sobre todo en el corazón. El Antiguo Testamento
expresa con gran fuerza las emociones como movimientos del corazón. Si
una persona pierde el valor, es que su corazón tiembla como las hojas
con el viento (Isaías 7:2); es débil, se derrite como la cera (Salmo
22:14); se vuelve agua (Josué 7:5). Se describe el temor diciendo que el
corazón de la persona se hunde (Génesis 42:28), falla (Salmo 40:12), se
pierde (1 Samuel 17:32). Por contraste, el valor es el fortalecimiento
del corazón (Salmos 27:14).
La relación entre las emociones y el
cuerpo físico es la razón por la cual Las Escrituras enseñan que aun la
salud física se ve afectada por nuestros estados emocionales. Por
ejemplo, en Proverbios 14:30 leemos: “El corazón apacible es vida de la
carne; mas la envidia es carcoma de los huesos”.
Y Nehemías afirma
que las emociones positivas son verdaderamente curativas para el cuerpo,
cuando dice: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10).
Por
consiguiente, el corazón es el lugar donde se conoce, se decide y se
siente; es el centro de nuestra personalidad. Es el lugar donde Dios se
dirige a nosotros, y desde el cual respondemos como persona completa.
Por eso su función de conocer es la que se halla en primer lugar, porque
la función máxima del corazón consiste en buscar la sabiduría y el
conocimiento a base de prestarle atención a
reconocimiento de que el pensamiento, las emociones y la voluntad se
hallan unidos dentro del corazón, es críticamente importante para
comprender pasajes de
que hablan acerca de nuestro conocimiento de Dios y el conocimiento que
Él tiene de nosotros. (Mateo 7:22-23; Juan 10:27; Gálatas 4:9). Esa es
la razón de que pueda describirse la vida eterna como el conocimiento de
Dios a través de su Hijo Jesucristo (Juan 17:3). Esta manera de
comprender lo es “conocer”; es también la que le da sentido a esta
promesa del Señor: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”
(Juan 8:32).
Con mucha frecuencia los creyentes conocen la
verdad, pero no son libres. Esto se debe a que no conocen la verdad en
su corazón; no la conocen emocionalmente, ni en cuanto a la conducta,
como la conocen en sentido intelectual. Es una verdad, pero no es una
verdad suya.
Es
en el corazón donde nuestra mente, emociones y voluntad se unen en un
estilo de vida centrado en Cristo. Cuando volvemos nuestro corazón hacia
Dios, comenzamos a Amarlo a Él y a amar a los demás con plenitud.
El verdadero amor es el AMOR de DIOS.
¡DIOS TE AMA!
por: Mary Paula. el radar.com religion