Hay un “programa de entrenamiento y adoración” que Dios diseñó para aquellos que desean adorarle en espíritu y verdad. Es en este proceso donde los verdaderos adoradores de la fe se ensanchan y se convierten en fundamento sólido para el creyente. Porque la adoración como disciplina y estilo de vida que es, debe producir crecimiento.
En Génesis 22 se relata una historia intensa que abre paso al concepto más puro de la verdadera adoración. A Abraham le es prometido un hijo, una descendencia de muchas naciones. En medio de largas angustias y calendarios, Dios concede al hijo deseado; el hijo del milagro, el hijo de su risa. Isaac ahora es el orgullo del patriarca y la razón de vivir de Sara.
De repente, cuando el amor de Abraham ha crecido con el muchachito, Jehová le pide algo terrible. Abraham es llamado por Dios a adorarle ofreciendo a su hijo Isaac sobre el altar del sacrificio. La verdadera adoración, la que Dios pide, es radical; a veces es un campo minado para nuestros intereses y nuestro cómodo concepto de relación personal con el Divino.
Es aquí cuando las Escrituras mencionan el concepto de adoración tal y como Dios lo entiende. En este pasaje Abraham dice a sus criados: “Quédense aquí con el asno, el muchacho y yo seguiremos adelante para adorar, y luego regresaremos junto a ustedes”.
La palabra “adorar”, surge por primera vez en labios de Abraham. A primera vista suena muy inspirador y espiritual; pero su declaración revela una profundidad de entrega que Dios demanda de sus verdaderos seguidores. Muchas veces el “adorar” no es una experiencia cómoda ni inspiradora; muchas veces está marcada por el dolor de obedecer, aún en medio de dudas y de preguntas a las cuales no se le oyen respuestas de Dios, quien sabiéndolo todo, a veces queda en silencio.
“La más excelente adoración”, debe presentar hoy las mismas características que tenía la adoración de Abraham. Sólo así será acepta por el corazón del Padre. Abraham sabe que tiene que escoger entre su propia manera de adorar y la manera de Dios… que era entregar a su único hijo; engendrado en tiempo de la imposibilidad; dado a luz en su vejez. Pero absurdo como podía parecer, Abraham está listo a obedecer y lo expresa con esa frase significativa: “Yo y el muchacho adoraremos” (v.5)
Es en medio de la adoración donde los hombres y las mujeres no se muestran sólo como buenos individuos sino como grandes personajes de la fe. En eso radica el proceso de la adoración: en ser probados en nuestra obediencia para entonces marcar una diferencia significativa en este suelo.
La prueba que Dios ponía frente a Abraham no era sencilla: Él le dijo: “Toma a tu hijo; no a tus becerros ni a tus corderos como has acostumbrado. Hoy te estoy pidiendo a tu hijo único, a tu risa, a tu Isaac; a ése a quien amas. Quiero un nivel más profundo de tu adoración Abraham por eso te pido hoy a tu risa.”
Le dice que el lugar del sacrificio debe ser en “Moriah”, un monte que se encuentra a 3 días de camino, para que tenga tiempo de reflexionar y así el servicio de su fe y obediencia tengan más valor y honor al ser probadas. El peligro de la adoración es que usted nunca encontrará las respuestas que quiere escuchar. Cuando Dios quiere aplicar su proceso en nosotros, la adoración sólo se concentra en el dar sin esperar el recibir.
El modo en que tenía que ser entregado Isaac era lo más devastador en esta prueba de adoración. No solamente tenía que matarlo; tenía también que ofrecerlo en holocausto. El holocausto implicaba abrir a la víctima por la mitad y sacar su corazón y sus entrañas y quemarlas. Abraham tendría que moler el cuerpo de su tierno niño.
Lo más terrible de este escenario es que Dios no le daba razones por las cuales tenía que matar a su Isaac. Años antes, al despedir a Ismael, le fue expuesta una razón justa; pero esta vez; sin saber el porqué Abraham tiene que matar a su Isaac. Así que en medio del camino va conversando con Isaac acerca del sacrificio, como si fuese a ofrecer un sacrificio común y corriente.
De repente viene la pregunta que un padre en tal situación quiere obviar: “Papito; ¿Dónde está el cordero?” Esta es la pregunta que nos confronta y la que nos obliga a meditar. Cuando vamos a dar culto a Dios: ¿Dónde está el corazón?; ¿Estamos dispuestos a ofrecérselo a Dios para que suba como holocausto?, o ¿Es siempre un tedio llegar a ese aspecto en su relación con Dios? Esta es la pregunta de la hora de la verdad: ¿Vamos por fin a entregarle a Dios esa área, esa persona o eso que amamos tanto y que muchas veces ponemos antes que a todo y hasta antes que al mismo Creador?
-“Dios (siempre) se proveerá de un cordero; querido Hijo.” Aquí es cuando el proceso comienza a sacar el fruto esperado. Esta es la respuesta de la verdadera adoración; es una respuesta con el lenguaje de la obediencia y de la fe. Cuando esto sucede, todas nuestras peticiones, el aliento, las respuestas, la claridad y la transformación son provistas también por Dios.
No existe excelente adoración, si no estamos dispuestos a rendir ante su trono, lo que más amamos; aún cuando pudiese ser nuestro único hijo, nuestra promesa, nuestro Isaac.
Cuando usted y yo lleguemos a este entendimiento seremos padres enaltecidos de naciones; seremos creyentes con destino y propósito en Dios. Abraham lo entendió profundamente, por ello Dios le llamó: “su amigo” y le declaró el padre de las generaciones de fe. por: Fabián Zolo . DIOS LES BENDIGA
Publicidad
lunes, 22 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario