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lunes, 20 de agosto de 2012

“Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.” (Lucas 8 : 16)

¿Se han fijado ustedes que algunos padres somos más tolerantes con los hijos ajenos, pues les disculpamos sus faltas, compartimos sus juegos, charlamos amenamente con ellos, etc. mientras en casa con los nuestros, las arengas más comunes son : cállate, siéntate, duérmete, no tengo tiempo, sal de aquí, pobre de vos que rompas esto o aquello…Amigo y amiga: de poco sirve una casa cuya fachada esté hermosamente pintada, si en su interior hay desorden, suciedad, caos. De poco sirve una alfombra persa, si debajo de ella usted esconde la basura. De poco sirve un hermoso armario confeccionado con la mejor madera, si dentro de él hay ropa sucia, mal olor y polilla.De igual forma, de poco o nada sirve que salgamos a la calle, debidamente aseados, perfumados y acicalados, si nuestro corazón sigue cargado de vanidad, orgullo, intolerancia, ira, murmuración, lujuria, avaricia… y más. Alguien mencionó : “¿Un féretro de ébano y oro, para guardar restos humanos en descomposición? … parece no tener sentido.”Cuidado con que nuestra lámpara brille únicamente en el exterior, buscando incrementar el ego, la reputación, el orgullo, y que casa adentro en lugar de proyectar esa misma luz, nos escondamos en la oscuridad del egoísmo, la tiranía, y la soberbia, por solo citar tres falencias.  que  Dios  te  cubra.

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