No
hay pensamiento con el que el hombre sea tan embrutecido y entontecido, ni sea
tan pernicioso, como este: que una persona sin purificar, sin santificar su
vida, pueda luego ser llevada al cielo, a un estado de bendición que consiste
en el disfrute de Dios. Ni esa persona puede gozar de Dios, ni para ella Dios
seria como una recompensa. Sin duda, la santidad se perfecciona en el cielo,
pero su origen se halla invariablemente en este mundo. A nadie conduce Dios al
cielo, si no ha sido antes santificado en la tierra. La Cabeza viva no admite
miembros muertos. Tequieromucho
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