El amor, la humildad y la oración resuelven todos los problemas.
El amor no repara en quién tiene la razón y quién está equivocado. El
amor procura brindar ternura, sanar, entregarse. El amor engendra más
amor, de tal forma que el dador se convierte también en receptor.
La humildad tampoco repara en quién tiene la razón y quién está en un
error; solo le interesa la reconciliación. La humildad busca el sitio
menos exaltado y desde allí procura prestar asistencia. No se preocupa
por sus propias necesidades.
La oración es el secreto para acceder a recursos sobrenaturales.
Aunque las plegarias que hacemos por nosotros mismos son buenas, las
que elevamos por los demás resultan todavía mejores, pues son una
expresión de amor y de interés. Y a Mí me agrada bendecir a quienes
aman.
El amor, la humildad y la oración: juntos constituyen la clave para
armonizar cualquier relación. Te quiero mucho
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