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domingo, 12 de septiembre de 2010

Tiempos de Volver



                                                                                                                                                               Siempre pensamos que la felicidad la podemos alcanzar fuera y lejos de nuestra propia casa. Aunque no somos, unos, impuros y, otros, puros ni, aquellos, plantas venenosas y los de más allá plantas perfumadas, Dios a todos nos trata por igual. Dios respeta nuestra libertad. Sufre al sentir y contemplar a este mundo nuestro tan de espaldas a El. Nos cuesta esfuerzo imaginar a un Dios con lágrimas en sus ojos al comprobar cómo nos alejamos. Sufre Dios por el despiste del hombre, pero deja que actuemos en libertad e incluso a pesar de que muchos lancen pedradas contra la casa del Padre. Hoy el hombre, que escapa lejos de Dios, que vive embelesado en sus propio pensamientos y sistema, siente de momento pocas ganas de volver, hacia atrás.

¿Qué ocurrirá cuando el corazón del hombre se vacíe de falsas alegrías? ¿Qué ocurrirá cuando el hombre sienta que está arruinado porque gastó lo que aparentemente ganó? ¿Se acostumbrará el ser humano a cambiar el traje de señor por el de esclavo?

En este tiempo de vuelta a la normalidad, a la responsabilidad, una vez más nos encontramos con el rostro de un Dios misericordioso y bueno. Bueno, y además, con todo los deseos de darte ese, abrazo, y decirte: bienvenido a casa, hijo. Te quiero. Que Dios te cubra siempre. Hasta pronto

REFLEXION PARA TU ALMA




                                                                                                                                                                Por acoger a los pecadores y comer con ellos, era un reproche que los fariseos y publicanos dirigían al Señor al observar que estos solían acercarse a Jesús a escucharle. Al Señor debieron gustarle esas palabras de murmuración, porque reflejaban el meollo de su misión: traer el amor de Dios en forma de perdón a los pecadores.

Su tesis viene expuesta en tres parábolas, las tres destacan el reencuentro gozoso de lo perdido y las tres subrayan, con trazos bien marcados, la alegría y la fiesta del encuentro, que encuentra eco en la alegría y la fiesta con que el cielo celebra la vuelta del pecador. ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido», grita gozoso el pastor que ha encontrado la oveja perdida. Y lo hace con todas sus ganas, para que se enteren sus amigos y vecinos. Un grito que ha traspasado las mismísimas barreras del cielo. ¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido. Exclama feliz la mujer, que ha hallado la moneda que echaba en falta. Y también lo ha debido expresar con tal fuerza que ha encontrado resonancia en el cielo. La parábola del Hijo pródigo, es un lujo de narración catequética y en tan sólo cuatro rasgos queda plasmada la actitud del hijo pecador:

El egoísmo con que exige su parte de herencia, para correr aventuras nuevas y disfrutar de la buena vida, a su manera, sin importarle el corazón destrozado de su padre ni la familia . El derroche de la fortuna viviendo perdidamente. Su lastimosa situación posterior. Su recapacitar para tomar la decisión de volver a la casa del padre y pedirle humildemente perdón.

La figura del PADRE, tal vez, no resuena con excesiva fuerza en algunos momentos de nuestra vida: cuando nos sentimos dueños y señores de lo que acontece, cuando creemos que el destino sólo depende de los hilos humanos, cuando pensamos que es más fácil vivir sin referencia a Él y nos perdemos en la huída….

Pero tiene una vigencia especial cuando, en el roce con el mundo somos testigos de ingratitudes y de menosprecios, añoramos las caricias de la casa paternal, las palabra oportunas, el consejo certero o el abrazo de consuelo o cuando nos sentimos incomprendidos por aquellos de los cuales esperábamos tanto y nos dejaron enterrados, crucificados con el recuento y el recuerdo de nuestros defectos.

El mensaje evangélico es tan claro, que no necesita comentario. Solamente necesita celebración: la de la redención, que es gozo del encuentro con Dios y con su perdón, es alegría de fiesta del banquete con que el Señor celebra el encuentro con sus hijos.

Su alegría será completa si ve que nosotros, los hermanos, rubricamos el encuentro con el abrazo mutuo. La fiesta del encuentro, de la reconciliación, del perdón. Como debe ser siempre todo encuentro con el perdón de Dios: en fiesta familiar de abrazo.   Te  quiero

Hijo, ¿cuando volveras a casa? sabes que te espero.


                                                                                                                                                                 En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los  publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al regresa a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido". Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne sus amigas y las vecinas para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido”. Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta». También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna". El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marcho, a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a Cuidar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.


Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros". Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad enseguida el mejor traje y vestido; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto ha vivir; estaba perdido, y lo hemos encontrado". Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo.

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud". Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: tantos años como te sirvo, sin desobedecerte nunca una orden y , a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado". El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado. Que Dios te cubra siempre. Te quiero.

estas pequeñeces y afanes pasaran tranquilo, tranquila. el esta contigo


                                                                                                                                                               Los afanes de cada día son muchos, pero con la ayuda de Dios podemos lograr vencer. La palabra, dice que las pruebas solo estarán hasta donde podemos soportarlas. El soberano Dios nos manda a soportar estas pequeñas pruebas. en una carrera hay mas de un competidor, pero solo el que llegare a la meta, ese es el dueño de la corona de vencedor. Así es el que esta en el camino del señor, no es que realizas una pequeña carrera y obtienes un diploma, luego, lo pones en la Paret y ya , estas graduado No. No es así. Es pelear hasta el final. Jesús dice: el que vencieres yo le daré la corona de la vida. ¿Recuerdas las palabras de Pablo? El estaba seguro de que había peleado la buena batalla de la fe, que pudo pronunciar estas palabras memorables y de reflexión para cada uno de nosotros hoy en día. E peleado la buena batalla e ganado la carrera. Por lo demás , me es reservada la corona de justicia, que el rey justo me dará, en aquel día. Por eso hermanos, hermanas, ¡alegraos¡ en el señor, todos los que, padecéis aflicción. Sea de espíritu o de la carne, recuerda que el no te abandona. El, esta contigo, para librarte, de esas aflicciones. Escuchaba en estos días un hermosa melodía que decía: mi esperanza esta, en Dios. Así es. Tu esperanza esta en Dios mi esperanza esta en el. Y esa es mi convicción. Que Dios te bendiga, por siempre. te quiero. att:Isidro Hilton