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viernes, 22 de enero de 2010

el poder de DIOS a traves de la palabra


¿Alguna vez te has sentido decepcionado, desilusionado, inseguro acerca del por qué de la vida? En medio de la actividad y la ocupación de la vida moderna, esa pregunta interior puede ahogarse en el ruido del diario vivir - del trabajo, del entretenimiento.
En los momentos de silencio, sin embargo, regresa, y te hace estas preguntas: ¿Por qué estoy aquí? ¿Significa algo mi vida? ¿Cuál será mi futuro?
Estos sentimientos nos avisan que algo no está bien en nuestro corazón.
La Biblia nos da el diagnóstico para nuestra enfermedad. Nos enseña, primeramente, que todo ser humano fue creado con un propósito - el propósito de conocer, amar y disfrutar de la presencia de Dios. Génesis 1:27 dice: Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
El ser creado a la imagen de Dios significa, entre otras cosas, que el ser humano tiene la capacidad para relacionarse con Dios. El ser humano puede tener una relación abierta y de confianza con Dios.
¿Por qué hay tantos que no disfrutan de la relación con DIOS? La respuesta está en que esta relación ha sido quebrada.
Nosotros mismos hemos destruido esa relación con nuestra desobediencia. La Biblia dice: por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
Empezando con la primera pareja, Adán y Eva, el ser humano le ha dado la espalda a Dios y ha preferido su propio camino. Isaías 53:6 dice: Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino.
La ansiedad existencial es simplemente un síntoma de esta separación. Si continuamos por nuestro propio camino, el final será la separación eterna de Dios y sus bendiciones, y el castigo eterno. Romanos 6:23 nos dice: Porque la paga del pecado es muerte.
Todos hemos pecado, así que todos estamos destinados no solamente a la muerte física, sino a la muerte espiritual. Estamos destinados a la separación eterna de Dios.
sin embargo, Romanos 6:23. Continúa y nos dice: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Dios nos ofrece libremente, como un regalo, su perdón y una relación restaurada con él. Lo hace por medio de Jesucristo, su único Hijo. Jesús, el Hijo eterno de Dios, se hizo hombre para compartir nuestros sufrimientos, para mostrarnos el camino a Dios y para pagar la pena de nuestro pecado.
1 Pedro 2:24 dice: Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Cristo nunca cometió pecado alguno, pero él voluntariamente aceptó llevar el pecado nuestro y pagarlo con sus sufrimientos.
Cristo también nos muestra el camino a Dios, pues él es el camino. Juan 14:6 cita sus palabras. Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. El camino de la vida que nos lleva a Dios es una vida de comunión con Cristo y de obediencia a él.
Jesucristo compartió nuestros sufrimientos. Por este motivo, él nos comprende. El puede ayudarnos en nuestras tentaciones y en nuestros problemas. El conoce nuestras debilidades, y nos ofrece fuerza y ayuda para ser victoriosos. Hebreos 4:15 dice: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Como sumo sacerdote, Jesús puede socorrernos.
¿Cómo recibimos todas estas bendiciones? ¿Cómo podemos recibir el perdón que Cristo nos ofrece gracias a su sacrificio en la cruz, la dirección que él nos da y la victoria que él nos ofrece? La Biblia nos enseña que nos llega por medio de una decisión de fe.
El mensaje se resume así: Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. (Romanos 10:8b-10) Si tú crees de corazón que Cristo murió y resucitó por ti, y si tú lo declaras tu Señor, él te salvará.
Debes hacer un compromiso personal con Cristo, en el que te arrepientes de tu pecado y le das entrada a tu corazón para que sea tu Salvador y Señor por siempre.
Si estás listo para tomar esa decisión en este momento, puedes expresarlo con palabras como las que siguen:
Señor Jesús, reconozco que soy pecador. He desobedecido tu voluntad para mi vida. Sin embargo, creo que tú me amas. Acepto tu muerte en la cruz como la paga de mis pecados, y quiero que seas mi Salvador y mi Señor. De hoy en adelante me comprometo en seguirte y caminar contigo. Guíame hasta llegar al cielo. Gracias por salvarme. Amén.
Si has tomado esta decisión, puedes estar seguro de que Dios te ha aceptado. Ahora deberás conocer más acerca de tu nuevo Señor, Jesucristo. Busca una iglesia que predique las Buenas Nuevas de salvación y que enseñe la Biblia.
Empieza a leer la Biblia, que es la Palabra de Dios. Ora todos los días. La oración incluye la confesión a Dios de tus pecados, la alabanza y la adoración por lo grande que es Dios, la gratitud por las bendiciones que él da y las peticiones por nuestras necesidades y las de otras personas.

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